Perú, país de discriminadores
En los últimos días se ha difundido los resultados de la II Encuesta Nacional de Derechos Humanos, elaborada por Ipsos por encargo del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (noviembre del 2019), en áreas urbanas y rurales del Perú. En ella se explora las actitudes y percepciones de los peruanos acerca de distintos grupos de especial protección, entre ellos, la población LGBT.
Entre los principales resultados, se tiene que el 8% de los encuestados se identifica como “no heterosexuales” (homosexuales, bisexuales, transexuales). Haciendo la actualización estadística de la población mayor de 18 años del Censo del 2017, llegarían a 1.7 millones de personas.
Una segunda constatación es que la mayoría de las personas encuestadas considera que somos una sociedad discriminadora. Si bien ello no es una gran revelación, el aporte sustancial son los datos que nos ofrece la encuesta.
Al solicitar la opinión a los encuestados sobre cuánto consideran que son discriminados un conjunto de colectivos, en el Perú, resulta que nadie se salva. Discriminamos a todo grupo de personas que consideramos diferentes a nosotros. Así de simple. Pero entre los más discriminados se encuentran las personas “no heterosexuales”, aquellas con VIH o SIDA (que como veremos más adelante, para la gente es casi igual a ser “no heterosexual”) y las poblaciones indígenas (aquellas que son expropiadas históricamente y nadie se escandaliza).
Total de personas que opinan que en el Perú, las poblaciones de referencia se encuentran “discriminadas” o “muy discriminadas”
Otra confirmación del sondeo es que la discriminación “no es solo una percepción, sino que se trata de una práctica que se sustenta en una serie de prejuicios y estereotipos” más o menos extendidos en nuestro sentido común.
Total de personas que están “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con las afirmaciones siguientes
Es decir, solemos establecer y atribuir una serie de características simplificadas a grupos de personas distintas a nosotros, sobre la base de juicios de valor, generalmente negativos y con sustentos poco sólidos (y hasta falsos), o provenientes de dogmas de fe (afirmaciones que se aceptan como ciertas y no se discuten), y a partir de los cuales construimos un sentido común que se difunde, expande y consolida en el imaginario social como “verdad”, a través de determinados mecanismos formales e informales.
El problema es cuando estas formas de percibir la realidad se traducen en actitudes y comportamientos que segregan y menosprecian a la persona (en este caso LGBTI), y más aún cuando estos comportamientos son normalizados en y por las relaciones sociales, los discursos hegemónicos y las prácticas habituales de las instituciones encargadas de velar -precisamente- por los derechos de las personas.
La encuesta señala, por ejemplo, que el 30% de las personas interrogadas no estarían dispuestas o estarían muy poco dispuestas a emplear a una persona homosexual si tuviesen una empresa; resistencia o negativa que se incrementa al 37% si se tratase de contratar a una persona trans (transexual, transgénero y travesti). En el segundo caso, probablemente sin saber qué significa cada término.
Lo cierto es que el prejuicio convertido en discriminación no solo deviene en restricciones de derechos, sino en la reproducción de ambientes hostiles que se constituyen en verdaderas fuentes de dolor y tormento para los seres humanos.
La Primera Encuesta Virtual para personas LGBTI, realizado por el INEI el año 2017, ofrece información que nos aproxima en cifras, a la dramática situación que estarían enfrentando este 8% de peruanos y peruanas, como consecuencia de la discriminación por su orientación sexual e identidad de género. [1]
Para empezar, el 56.5% de personas LGBTI manifestaron sentir temor de expresar su orientación sexual y/o identidad de género, y la principal razón es la discriminación y/o agresión (de hecho, el 62.7% ha sido víctima de ellas). Pero también señalan como motivo crítico la pérdida de espacios o referentes básicos (familia y amigos), cuya función es asegurar u otorgar sentido de pertenencia, sensación de protección, vínculos afectivos, soporte emocional, en los procesos de socialización y desarrollo personal.
Motivos para no expresar su orientación sexual o identidad de género (%)
Como ya dijimos, 2 de cada 3 encuestados refiere haber sufrido discriminación y/o violencia, siendo los principales agresores personas de sus entornos inmediatos, representantes del Estado y de instituciones de alto grado de influencia en el comportamiento, sentimiento, opinión y/o actitudes de las personas, como son las iglesias o los medios de comunicación masiva.
Principales agresores que ha ejercido discriminación y/o violencia contra personas LGBTI (%)
Grupos sociales que usan lenguaje ofensivo contra personas LGBTI (%)
Agresión que deja secuelas en los cuerpos y en las vidas. Nueve de cada diez personas víctimas de actos discriminatorios, refiere alguna afectación en su salud emocional como consecuencia de las agresiones sufridas: sentimientos de exclusión/aislamiento social (70%), sentimientos de culpa, inutilidad y/o impotencia (64%), estrés e irritabilidad (51%), sentimientos suicidas (39%).
El Observatorio de Derechos LGBT ha registrado en el último quinquenio 65 homicidios a personas LGBT en el Perú. El prejuicio y el estigma jugarían un rol principal en estos crímenes que responden al menosprecio y desaprobación (consciente o inconsciente) que el victimario tiene por su víctima, dada su orientación sexual o su identidad de género.[2]
Cifras que serían mayores, considerando la invisibilidad de la violencia cotidiana contra las personas LGBTI y tomando en cuenta que “… por cada crimen de odio reportado hay por lo menos dos no reportados … que quedan ocultas a falta de interés del Estado por recuperar esta información, por el sesgo heteronormativo de los medios de comunicación que terminaban -termina aún- ocultando la identidad de las víctimas y por el temor de las familias al estigma”, tal como señala Verónica Ferrari.[3]
Mientras tanto, el Congreso de la República sigue desconociendo su existencia y bloqueando cualquier reconocimiento a derechos LGBTI (matrimonio entre personas del mismo sexo, crímenes de odio, educación con enfoque de género) y los movimientos conservadores ganando iniciativa ideológica y política. En otro extremo, el resto de los países y sociedades de América Latina y el mundo, avanzan en el desarrollo del debate público, la construcción de un real reconocimiento y valoración de la diversidad, y la aprobación de normas en favor de la igualdad de derechos.
Siendo que vivimos en un país discriminador, hay aún muchas tareas por hacer.
Walter Melgar Paz
Lima, 30.06.2020
[1] La encuesta virtual fue respondida por 12, 026 personas LGBTI de 18 y más años de edad. De este total, el 72%, es decir, 8,630 personas son jóvenes cuyas edades fluctúan entre 18 y 29 años, grupo en el que se enfoca el Informe.
[2] Informe Anual del Observatorio de Derechos LGBT 2015, 2016, 2017, 2018, 2019. Centro de Investigación Interdisciplinaria en Sexualidad, Sida y Sociedad de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Instituto de Estudios en Salud, Sexualidad y Desarrollo Humano.
[3] 2019: Al menos 17 asesinatos contra LGBTI+ en Perú. Verónica Ferrari. Agencia Presentes. En: https://agenciapresentes.org/